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Su infancia y su juventud estuvieron marcadas por la pobreza, la discriminación racial y la violenta represión con la que las clases dominantes guatemaltecas trataban de contener las aspiraciones de justicia social del campesinado. Bajo el gobierno militar de Fernando Romeo Lucas García (1978-1982), varios miembros de su familia fueron torturados y asesinados por los militares o por la policía paralela de los «escuadrones de la muerte».

Uno de sus hermanos, con sólo dieciséis años, fue víctima de los terratenientes que empleaban escuadrones a sueldo para arrebatar las tierras a los indígenas; su padre, Vicente Menchú, murió con un grupo de treinta y ocho campesinos que se encerraron en la embajada de España en un acto de protesta, cuando la policía incendió el local quemando vivos a los que estaban en su interior (1980). Pocos meses después, su madre fue secuestrada, torturada y asesinada por grupos paramilitares.

Mientras dos de sus hermanas optaban por unirse a la guerrilla, Rigoberta Menchú inició una campaña pacífica de denuncia del régimen guatemalteco y de la sistemática violación de los derechos humanos de que eran objeto los campesinos indígenas, sin otra ideología que el cristianismo de matices revolucionarios de la «teología de la liberación»; ella misma personificaba el sufrimiento de su pueblo con notable dignidad e inteligencia, añadiéndole la dimensión de denunciar la situación de la mujer indígena en Hispanoamérica.Rigoberta Menchú recorrió el mundo con su mensaje y consiguió ser escuchada en las Naciones Unidas.

La vida de Rigoberta

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